sábado, 11 de junio de 2016

Diagnóstico



España, así como una infinidad de países, está secuestrada por las mafias político-empresariales. No hay más que ver cómo la gestión y estructura del propio sistema favorecen la impunidad e intereses de los poderosos y perjudican o excluyen a las personas más humildes, todo ello de forma sutil y camuflada bajo un supuesto estado social y democrático de derecho.

Lo anterior no es algo que se esté llevando a cabo de forma invisible para nosotros, sino que con total descaro se realiza frente a nuestros ojos. Mientras la desigualdad crece en nuestro país, doblando el número de millonarios y triplicando el de pobres desde el inicio de la “crisis” (de ahora en adelante “estafa”), nos encontramos con que las grandes empresas pagan menos impuestos que las familias (se estima que las familias aportan casi 50 veces más a las arcas públicas que las grandes empresas). Además, grandes empresas y grandes fortunas concentran un alto porcentaje del fraude fiscal, se rumorea que en torno al 70%, pero a falta de datos más precisos, basta con conocer los infinitos casos demostrados que cada día se van conociendo de paraísos fiscales y otras formas de evasión que, desde luego, no llevan a cabo las gentes más humildes. Por el contrario, menos de un 6% de los inspectores se dedican a investigar a las grandes fortunas, y el resto lo hace a las personas de a pie, sobre las que recae todo el peso fiscal.

Mientras tanto, las urnas siguen dando vencedores a los partidos responsables de esta situación, y tan solo podemos preguntarnos cómo es posible. La estafa económica, mal llamada crisis, responde a la verdadera crisis española, la crisis cultural. España es un país plenamente impregnado por la “cultura del yo”, basada en premisas como que cada uno debe mirar por sí, sacarse las castañas del fuego, sobrevivir, no fiarse de nadie y, sobre todo, ganar haciendo gala de la famosa “picaresca española”. Este es el caldo de cultivo que las campañas del miedo a perder lo poco que se tiene alimentan, logrando de este modo mantener separadas a las personas, que es lo que a los poderosos interesa.